Había una vez un jefe muy rico. Sus ganados eran numerosos. Pero entre todos los bueyes y vacas tenía una predilección muy particular por una vaca sin cuernos. Pero, una mañana, la vaca sin cuernos desapareció.
La vaca había huido durante la noche y anduvo días y noches hasta que llegó a un fértil valle para parir. Pero en vez de becerros, dio a luz unos gemelos humanos, un niño y una niña. Los amamantó y los crió cuidadosamente. Y, para que estuviesen bien provistos, empezó a parir también becerros.
Mientras tanto el tiempo pasaba. Los niños crecían sanos y robustos y habían empezado a hablar. Sucedió que dos hombres de la tribu pasaron por casualidad por allí. Vieron a los gemelos y corrieron a dar al jefe la gran noticia.
Figuraos la alegría del jefe al oír que su vaca predilecta estaba aún viva y era madre de dos gemelos humanos y de abundante ganado. Se puso en camino inmediatamente al frente de un grupo de soldados y de pastores para llevarse a su casa a la vacas con su descendencia.
Al llegar a la aldea el jefe convocó una gran fiesta para mostrar, a todos, su vaca preferida, los gemelos y los ganados. En su emoción y no encontrando palabras para expresar su alegría, hizo una promesa inconcebible: cuando los gemelos llegasen a la pubertad les daría unos vestidos hechos con la piel de un monstruo acuático tan famoso como espantoso. Se sabía que ese monstruo era un animal enorme, muy fuerte y sumamente feroz. Vivía en un estanque muy profundo. Se decía que la piel del monstruo era de una belleza extraordinaria, sus colores tan espléndidos que era imposible describirlos.
Pasado algún tiempo, nadie pensaba ya en la promesa de jefe. Además tenían que pasar aún muchos años antes de que los gemelos llegasen a la pubertad.
Los gemelos crecían hermosos y fuertes y, sin que nadie lo advirtiese, llegó el día en que aparecieron las señales de la pubertad. Siguiendo las costumbres tribales, los gemelos se fueron a la selva y allí esperaron hasta que se cumpliese lo prometido. Cuando se dieron cuenta de que la promesa no se realizaría nunca, el joven cogió a su hermana y se dirigió en busca del monstruo.
El joven se había provisto de una buena cantidad de tortas. Anduvo en busca del monstruo de charca en charca, de estanque en estanque, de lago en lago. Al llegar a una charca, tiraba al agua una torta; si no ocurría nada señal de que el monstruo no estaba allí, y seguían adelante. Por fin llegaron a un estanque grande y profundo. Apenas lanzó la torta, el agua empezó a agitarse y a transformarse en los colores del arco iris. ¡Aquel era el lugar que estaban buscando! Lanzó otra torta y la superficie se agitó poniéndose como un mar tempestuoso.
Pero el monstruo estaba furioso y avanzaba amenazador con ganas de pelear. Repuestos de su estupor, el joven dejó a su hermana, se echó al agua y empezó a dar golpes.
Sin embargo, poco a poco los golpes iban haciendo efecto en el monstruo cuyos ataques eran cada vez más débiles. Por fin se dirigió a la orilla, dio un último suspiro y murió.
En seguida pusieron manos a la obra, quitaron cuidadosamente la piel del monstruo, se hicieron unos magníficos vestidos y se encaminaron a su casa. Anduvieron días y noches sin parar y al fin llegaron a la aldea del jefe de la tribu por la noche. No queriendo molestar a nadie, se metieron en una cabaña a la entrada de la aldea. Se taparon hasta la cabeza con sus magníficos vestidos nuevos y se durmieron tranquilamente.
Al salir el sol, todavía estaban durmiendo. Unos caminantes vieron “aquello” tapado con una piel desconocida. ¿Qué será? ¿Qué no será? Se formó un corrillo. ¿Qué hacemos? se decían ¿Los echamos de aquí? ¿Los matamos? ¿Llamamos al jefe? Pero precisamente en ese momento llegó la vaca sin cuernos que con su cuerpo protegió a los jóvenes y empezó a mugir. Su mugido les despertó y al destaparse la cara enseguida los reconocieron. La alegría de todos llegó al colmo. Los cogieron y los llevaron a ver al jefe.
Cuando el jefe los tuvo delante vestidos con la piel de mil colores que había pertenecido al monstruo, se acordó de la promesa hecha años antes y comprendió que los jóvenes habían desaparecido por su culpa.
Lleno de alegría por su regreso y por el valor que habían demostrado convocó una gran fiesta a la que invitó a toda la tribu. Durante la fiesta presentó los gemelos a todos contándoles lo valientes que habían sido para conquistar los trajes hechos con la piel del famoso monstruo del agua.
En adelante los gemelos vivieron, en la corte del jefe, amados y atendidos como hijos. La joven se casó con el hijo del jefe y su hermano llegó a ser jefe de otra tribu.
( Fábula zulú de Sudáfrica)
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