Se ha hecho público el Mensaje de Benedicto XVI para la 94° Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado que se celebrará el próximo 20 de enero. El tema de este año invita a reflexionar en particular sobre los jóvenes migrantes. “El amplio proceso de globalización del mundo -escribe el Papa- lleva consigo una necesidad de movilidad que impulsa también a muchos jóvenes a emigrar. Y como consecuencia de esto, la juventud dotada de los mejores recursos intelectuales abandona a menudo los países de origen, mientras en los países que reciben a los migrantes rigen normas que dificultan la efectiva integración. Las instituciones públicas las organizaciones humanitarias y también la Iglesia católica dedican muchos de sus recursos para atender a estas personas en dificultad”.
Los jóvenes migrantes son particularmente sensibles a la problemática de la denominada “dificultad de la doble pertenencia”: por un lado, sienten la necesidad de no perder la cultura de origen, mientras por otro, surge en ellos el comprensible deseo de insertarse en la sociedad que los acoge. Entre esa juventud, -señala el Pontífice- están las jóvenes, más fácilmente víctimas de la explotación, de chantajes morales e incluso de toda clase de abusos. Y también los adolescentes y los menores no acompañados, que constituyen una categoría en peligro. Estos chicos y chicas terminan con frecuencia en la calle, abandonados a sí mismos y víctimas de explotadores sin escrúpulos”.
“Es imposible callar ante las imágenes desgarradoras de los grandes campos de prófugos y de refugiados, presentes en distintas partes del mundo, manifiesta el Santo Padre ¿Cómo pueden mirar con confianza hacia su propio futuro? Es cierto que se está haciendo mucho por ellos, pero es verdad también que es necesario dedicarse aún más para ayudarles, mediante la creación de estructuras idóneas de acogida y de formación”.
Para satisfacer las expectativas de los jóvenes migrantes, Benedicto XVI dice que hay que contar con el apoyo de la familia y de la escuela a pesar de las dificultades y las complejas situaciones en que encuentran estos jóvenes en sus contextos familiares y escolares. El mismo sistema escolar, debería tener en cuenta su situación y prever, para los jóvenes inmigrados, caminos específicos formativos de integración, apropiados a sus necesidades.
La Iglesia que considera con especial atención el mundo de los migrantes, pide a los que han recibido en sus países de origen una formación cristiana que hagan fructificar ese patrimonio de fe y de valores evangélicos para que se pueda dar un testimonio coherente en los distintos contextos existenciales. El Papa invita a las comunidades eclesiales de llegada a que acojan cordialmente a los jóvenes y a los pequeños con sus padres, tratando de comprender sus vicisitudes y de favorecer su integración.
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